Pocas novelas del siglo XIX poseen la densidad moral y el pulso narrativo de Ilusiones perdidas de Honoré de Balzac. En ella, el autor despliega con precisión el funcionamiento interno de la sociedad francesa posterior a la Restauración: sus mecanismos para acceder al prestigio, su maquinaria de corrupción, sus pasiones desmedidas y los sueños devorados por las realidades más brutales. 

    Esta es, quizás, la obra que mejor sintetiza la monumental obra titulada La Comedia Humana que hizo famoso al escritor: busca observar la vida tal como es, sin velos, sin idealizaciones y sin resabios de pudor literario. La caída de Lucien Chardon —un joven poeta deslumbrado por París y arrojado al foso de su desengaño— es una metáfora poderosísima de los peligros de la fama, la ambición y el fracaso.

El legado de un gigante literario

    Honoré de Balzac (1799-1850) creó un ecosistema literario vasto y complejo. Su proyecto más ambicioso -que le requirió el trabajo de una vida- fue La Comedia Humana, una colección compuesta por más de 90 novelas y relatos, que aspiraba a representar a todas las clases sociales francesas: los aristócratas arruinados, los burgueses codiciosos, los provincianos soñadores y los parisienses inescrupulosos. Sus esperanzas fueron tan grandes como su obsesión por el detalle. Balzac trabajaba de noche, alimentándose de litros de café y escribiendo durante décadas con un fervor casi febril.

    Su vida estuvo marcada por deudas, emprendimientos fallidos, proyectos editoriales en ruinas y relaciones sentimentales muy complicadas. Balzac parecía comprender, como pocos, los mecanismos ocultos que gobernaban a la sociedad moderna.

     Si bien la calidad de su obra fue muy irregular, su arduo trabajo dio enormes frutos. Culturalmente, su influencia ha sido descomunal. Inspiró a autores como Marcel Proust, Émile Zola, Henry James, Italo Calvino y hasta a los grandes novelistas latinoamericanos del siglo XX. En Francia es, junto con Victor Hugo, uno de los pilares del canon literario galo. Su mirada sobre el ascenso social, la vanidad, la corrupción política y el poder del dinero antecede muchos de los debates contemporáneos sobre desigualdad e injusticia. Pese a que los siglos han disminuido su influencia en la cultura anglosajona, en el mundo hispanoamericano aún se lee con regularidad.

¿De qué trata Ilusiones Perdidas?

    La novela se divide en tres partes que narran el viaje físico, emocional y moral de Lucien de Rubempré (cuyo apellido real es Chardon), un joven poeta de provincias con sueños de grandeza. Criado en Angulema, ciudad pequeña y conservadora que en la época de Balzac también estaba asediada por la pobreza, vive rodeado de dos figuras que marcarán su destino: su amigo y mentor David Séchard, un joven tipógrafo inteligente y honesto, y su protectora, la hermosa aristócrata Madame Louise de Bargeton, quien encuentra en Lucien un talento prometedor, aunque también un trofeo para exhibir ante su círculo adinerado. 

    Cansada de las estrecheces provincianas, Madame de Bargeton se traslada a París y arrastra a Lucien con ella. La gran ciudad se convertirá para él en un escenario de posibilidades infinitas, pero también en un campo minado de enormes dificultades. Utilizará los pocos recursos de su familia para costear el viaje, la ropa, el alojamiento y la comida, debido a la falta de caridad de su joven y revanchista amante.

    Al llegar a París, descubrirá un mundo donde el talento importa menos que el apellido; donde los salones aristocráticos son terreno fértil para guerra social y donde un joven sin conexiones —y peor aún, con un apellido humilde— está condenado al ostracismo. Lucien, obnubilado por el deseo de pertenecer, intenta reinventarse como Lucien de Rubempré, adoptando el apellido de su madre, más aristocrático y menos vulgar que Chardon. Este gesto simbólico marcará la pérdida de identidad que anunciará su caída.

    Desencantado de los salones, Lucien entrará en el mundo del periodismo, un ambiente que Balzac describe como un nido de corrupción, repleto de críticos que destruyen obras a cambio de sobornos, redactores que opinan sin leer, negociaciones turbias con teatros y campañas difamatorias disfrazadas de arte. Lucien se convertirá rápidamente en un periodista polémico, temido y buscado. Su pluma, antes poética, se vuelve un arma para construir su lugar en el mundo.

    Pero el éxito repentino, en una ciudad como París, tendrá un precio altísimo. Se enemistará con sus colegas, se endeudará, caerá en trampas económicas y finalmente será destruido por la misma maquinaria que lo había elevado. 

    Paralelamente, David Séchard luchará por salvar su imprenta de la ruina, víctima de intrigas legales y abusos comerciales. Las historias de ambos convergen en una conclusión amarga: la ambición mal encauzada y el idealismo ingenuo son combustibles peligrosos en una sociedad obsesionada con el poder y el dinero.

Temas centrales de una obra universal

    Ilusiones perdidas es una novela sobre el violento contraste entre los sueños y el mundo real. A través de Lucien, Balzac examina temas como el ascenso social, el prestigio, el rol del periodismo, la traición a uno mismo, la amistad y el sacrificio.

    Lucien encarna el deseo de ascender y de convertirse en alguien en un mundo indiferente. Pero el autor demuestra que la movilidad social está plagada de trampas y humillaciones. París funcionaba como una bestia sin piedad que devoraba las ambiciones ingenuas, tal y como su protagonista termina aprendiendo más tarde que temprano.

    La descripción que el libro hace del periodismo parisino es una de las más cínicas, poderosas e influyentes del siglo XIX. Para Balzac, la prensa puede construir la fama o arruinar vidas, decidir el éxito de una obra teatral o destruir reputaciones en un pequeño instante. Lucien aprenderá, demasiado tarde, que en este mundo no existe la objetividad, sino un permanente conflicto de intereses.

    El contraste entre Lucien y David Séchard, que se apodera de la segunda mitad del libro, reflejan fuertemente las lecciones éticas de Balzac. David, representando el trabajo honesto y la bondad sin límites, transitará el camino opuesto al del protagonista. Buscará preservar su dignidad ante la adversidad y su integridad por encima de todas las tentaciones y traiciones. 

¿Vale la pena leerla?

    Cuando comencé a leer Ilusiones Perdidas, no tenía grandes esperanzas de que me fuera a gustar. He tenido experiencias agridulces con la literatura de Honoré de Balzac. Si bien admiro su talento literario, obras como Papá Goriot o Eugenia Grandet me dejaron con gusto a poco. Creo que les faltaba aquella dimensión épica que, en mi opinión, hace que la literatura del siglo XIX trascienda más allá de las meras historias moralistas que caracterizaban a la Europa de su tiempo.

    Sin embargo, esta novela ha redimido y completamente cambiado mi visión de su autor. Dado que todavía me falta leer buena parte de su producción, es muy temprano para catalogarla como su obra maestra pero, en gran medida, se siente como una poderosa contendiente a llevarse ese título. Es una pieza extraordinaria, con un espíritu universal, personajes cuyos dilemas continúan vigentes y un nivel de adrenalina y sensibilidad que la mantienen fresca y actual a pesar de los siglos. Considero que debería ser aquella novela de Balzac que todos deberían leer alguna vez, aunque sea sólo para familiarizarse con lo mejor de su producción.

Balzac en la gran pantalla

    En 2021 se estrenó la película francesa Illusions perdues, dirigida por Xavier Giannoli, una de las adaptaciones más ambiciosas y aclamadas de la obra de Balzac. La película fue recibida con excelentes críticas y ganó múltiples premios César, celebrada por su capacidad de reflejar el espíritu corrosivo y apasionado de la novela.

    Giannoli capturó perfectamente la esencia de la narración: el vértigo del ascenso social, la seducción del éxito, la corrupción del periodismo y la fragilidad de los sueños juveniles. La ambientación es espléndida, los vestuarios y la fotografía reconstruyen la Francia de la Restauración con un lujo detallado y la estética visual es muy poderosa. Benjamin Voisin interpreta a Lucien como un ser complejo, lleno de energía y vulnerabilidad, mientras que Vincent Lacoste y Cécile de France aportan matices a personajes secundarios que le dan vida al texto de Balzac.

    Aunque simplificada, la adaptación también vale la pena. Es una puerta de entrada perfecta para quienes aún no se animaron a leer la novela y un complemento valioso para quienes ya la conocen.

Una obra literaria para todos los tiempos

    Ilusiones perdidas es una obra monumental porque busca trascender la mera narración de una historia: intenta desnudar un sistema social. Nos interpela como lectores y como ciudadanos de sociedades plagadas de envidia y conspiraciones. Nos habla del peligro de perseguir nuestros sueños sin integridad, de anhelar por encima de nuestra capacidad o de  buscar un éxito por el que no hemos trabajado plenamente. 

    Balzac comprendió que, en toda sociedad, las ilusiones son necesarias para vivir, pero también peligrosas cuando se vuelven vanas o artificiales. Su novela nos recuerda que la ambición, en su versión más pura, puede ser tanto una antorcha que ilumina como un fuego que consume. Y aquello que se quema, finalmente, termina siendo nuestra propia humanidad.