La abadía de Northanger es un libro extraño dentro de la producción de Jane Austen. No sigue el estilo de la mayoría de sus novelas y, sin embargo, sus personajes nos resultan altamente familiares.
Concebida como una parodia de la novela gótica del siglo XVIII y una sutil crítica hacia el romanticismo de las novelas que ella misma escribía, su estructura serpenteante a veces carece de claridad, pero resulta muy efectiva debido a la voz emocional y articulada de la narración, que la revelan a Jane Austen como una de las mejores escritoras de la transición de siglos.
Una escritora de producción limitada pero poderosa
Jane Austen (1775–1817) desarrolló su obra en una época de transición literaria en Inglaterra. Nacida en Steventon, y perteneciente a una familia culta y acomodada, Jane desarrolló su talento narrativo en cartas y escritos tempranos. Aunque su reconocimiento como novelista se consolidó sólo después de su muerte, se aventuró con audacia en el género de la novela, aportando una voz irónica que criticaba los convencionalismos sociales de su tiempo.
Durante su corta vida, publicó novelas que hoy figuran en el canon de la literatura inglesa, caracterizadas por su ingenio, economía narrativa y análisis agudo de las relaciones humanas. Entre ellas se encuentran: Orgullo y prejuicio, Sensatez y sentimiento, Mansfield Park y Emma.
La abadía de Northanger —escrita entre 1798 y 1799, pero publicada póstumamente en 1818— destaca como una obra singular: satiriza las novelas góticas que Austen leía y se burla de las convenciones románticas de su propia era. A través de un ingenio delicado, la novela revela la sensatez moral de la escritora y su talento literario para crear una memorable narración.
Las sobresaltadas aventuras de Catherine Morland
La ingenua protagonista de La abadía de Northanger es Catherine Morland, una joven vivaz, lectora empedernida de novelas góticas y con una imaginación propensa a los extremos. Es llevada por sus amables vecinos, los Allen, a una estancia vacacional en la ciudad de Bath, donde experimenta por primera vez la vida de una socialité, en bailes y eventos que atraen la atención masculina. Lo irónico del asunto es que Catherine describe la vida en Bath como una serie de “escenas emocionantes” que en realidad son completamente triviales.
El viaje a la Abadía de Northanger, un antiguo edificio señorial en posesión de la familia Tilney, ocurre en la segunda mitad del libro y se convierte en el escenario central de una comedia de errores absurdos. Catherine imagina hechos siniestros, pasadizos secretos, un pasado oscuro y mujeres encerradas, precisamente porque su mente está saturada de historias melodramáticas de la literatura gótica.
La novela se desenvuelve con ligereza, pero sin renunciar al desarrollo emocional: Catherine deberá aprender a distinguir entre las fantasías excéntricas y la vida real, entre el afecto sincero y la vanidad social. Austen evita cualquier giro final dramático: en lugar de esto, opta por una resolución madura y acorde con el carácter de su personaje.
Una magistral subversión de las expectativas de la época
La autora incorpora diversos elementos del género gótico para luego desactivarlos irónicamente. La abadía de Northanger, con su antigua estructura decadente, evoca inmediatamente los castillos de la literatura del siglo XVIII. Catherine, incluso antes de alojarse en ella, fantasea con pasadizos secretos, puertas entreabiertas, crímenes ocultos y figuras trágicas viviendo en soledad. Dichas suspicacias provienen de su fanatismo por historias como Los misterios de Udolpho de Ann Radcliffe, y Jane Austen se encarga de que el lector se dé cuenta de lo absurdo de la situación en el momento mismo en que se desenvuelve.
La atmósfera gótica que sugiere la narración nunca termina materializándose: los pasadizos no existen, los sollozos no se escuchan detrás de ninguna puerta y los secretos familiares son insignificantes. Las fantasías de Catherine resultan, comparadas con lo mundano de la situación, exageradas en extremo. El gusto por el horror ficticio de la protagonista revela un contraste entre la lectura como evasión y la vida como experiencia real.
Paralelamente, Jane Austen subvierte ciertos clichés de la literatura romántica. El matrimonio como fin social y resolución económica, las heroínas que esperan pasivamente un rescate sentimental, los galanes idealizados, etc. Catherine no es frágil, sino que tiene voz propia, se equivoca con frecuencia y deberá aprender por las malas. Henry Tilney, el objeto de su deseo, la trata con respeto, pero no exige sujeción. Hay en él un ligero aire condescendiente del que la pobre mujer nunca termina de darse cuenta.
Las novelas horripilantes de Northanger
Jane Austen menciona en el texto siete “novelas horripilantes” que Isabella -la estrafalaria amiga de la protagonista- le recomienda a Catherine para saciar su afición por lo gótico. Estas novelas, descritas con títulos extravagantes como El castillo de Wolfenbach o La campana de medianoche, despertaron el interés de los lectores de la obra, especialmente por lo difícil que resultaba encontrar alguna otra referencia a ellas entre los autores de la época. Durante un siglo, se creyó que Austen las había inventado para darle una apariencia de realidad a su relato.
Hasta la década de 1920, el consenso general fue que estas novelas eran apócrifas, mera invención de la imaginación de Jane Austen. Sin embargo, investigaciones posteriores confirmaron que todas ellas existían. Fueron publicadas entre 1790 y 1798 en Europa. Lo interesante es que cada una pertenecía a un estilo o subgénero particular del horror gótico, representando en su conjunto un panorama literario completo del género. Esto demuestra la avanzada instrucción de la escritora y lo inmersa que se hallaba en la cultura de su tiempo.
La obra más famosa de Anne Radcliffe, Los misterios de Udolpho, es mencionada múltiples veces a lo largo de la narración y se convierte en la novela gótica prototípica que Jane Austen busca subvertir. Catherine menciona en sus diálogos pasajes específicos de dicha pieza literaria, enumera escenas y repite frases que evocan al libro. La hábil intertextualidad se desarrolla como una parodia inteligente destinada a lectores insidiosos familiarizados con el género.
El legado de una narración extraña
A pesar de que La abadía de Northanger fue la última novela que Austen terminó -y una de las menos valoradas de su producción-, su legado ha crecido con el paso de los siglos. Es considerada una pieza clave para entender la evolución de la novela moderna. Influyó en muchos autores posteriores que jugaron con la mezcla de géneros: desde las comedias románticas ambientadas en mansiones terroríficas hasta las novelas meta-literarias que cuestionaban sus propios clichés.
Jane Austen demostró que el humor puede ser una herramienta poderosa para explorar tensiones literarias y sociales. La novela se erige como un espacio donde la sensibilidad femenina y la visión crítica coexisten sin contradicción. Su tono ligero y su ironía edulcorada la convierten en una lectura ideal para quienes deseen incursionar en la obra de la autora.
¿Vale la pena leerla en el siglo XXI?
La abadía de Northanger no es sólo una novela ligera, sino que es una meditación sobre la relación entre la ficción y la realidad alterada, sobre los deseos femeninos y las limitaciones sociales y, en general, sobre la lectura como acto creativo. Austen no ridiculiza a su propia obra por vanidad o desdén, sino como síntoma de su inteligencia literaria. Y al hacerlo, nos ofrece una de las obras más frescas y logradas de su producción.
Sea como ejemplo de la novela gótica de su tiempo, como perenne historia romántica o como simple ficción ambientada en otro entorno social, la novela continúa siendo relevante para todos aquellos que busquen sumergirse en la prosa de una de las escritoras más leídas de todos los tiempos.
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