El 21 de septiembre de 1937, un escritor británico de mediana edad, profesor de filología en la Universidad de Oxford, publicaría un pequeño libro infantil de aventuras titulado "El Hobbit". Lo inusual de la historia y la excentricidad de su estilo no sólo le merecieron la recepción favorable de la audiencia y el público, sino que el libro sirvió como base para una saga de novelas que le garantizaría la fama internacional: "El Señor de los Anillos".
A lo largo de sus 35 años de carrera literaria, J. R. R. Tolkien se convertiría en la superestrella del género fantástico, ganaría numerosos fans alrededor del mundo y generaría un impacto cultural que continúa ejerciendo su influencia en la literatura, la música, el cine y la cultura popular. Sus interminables páginas de hobbits, elfos, orcos y demás criaturas de la Tierra Media han despertado un apetito voraz en sus lectores que estableció los parámetros y el alcance del género de la fantasía moderna. Un fenómeno que, aún hoy, está en plena etapa de análisis.
El legado de la Tierra Media: Redefiniendo la Fantasía
Pocos escritores de ficción pueden presumir de un cuerpo de trabajo de la profundidad y el tamaño del creado por Tolkien. Debido a su profesión académica y su interés por los mitos folklóricos del pasado, la construcción de sus mundos ficcionales requirió un trabajo de campo extendido a lo largo de muchos años.
Sus historias se valieron de un sincretismo de distintas influencias típicamente europeas: la mitología nórdica (particularmente poemas medievales como Beowulf y antiguos textos como La Edda Poética), el folklore germánico, la religión cristiana, la arqueología, la filología y los movimientos estéticos contemporáneos. Su misión era crear un mundo que tuviera una consistencia interna irreductible, que sirviera de alegoría para el contexto histórico que le tocó habitar y que contara con su propio lenguaje, su estética, su mito de creación y su código moral. Su prosa presenta una sorprendente atención al detalle, una delicadeza propia de una mente cultivada y un sentido del humor irreverente.
Parte del atractivo de sus historias radica en la inmensa complejidad de las mismas, en la sensación de que el autor ha planificado cada uno de los detalles de su mundo ficcional sin descuidar nada. La Tierra Media de Tolkien cuenta con sus propios idiomas -siendo el Quenya el más desarrollado, con la extensión y la gramática de un lenguaje real-, muchas singulares criaturas, y una geografía específica que imita de lejos a los mapas tradicionales de Europa.
Sus historias tratan temas universales que suelen aparecer en toda buena literatura: la lucha entre el bien y el mal, la naturaleza de la amistad, el desarrollo del amor, la fortaleza individual ante difíciles obstáculos y el curso encadenado de los eventos históricos. Y en el centro de todo se encuentra la criatura más humilde y sencilla que fue capaz de crear, su representación absoluta del hombre común: el hobbit.
Quizás más importante aún, sea el legado que sus obras impusieron sobre el género. Antes de Tolkien, la Fantasía solía ser considerada una categoría de ficción destinada casi exclusivamente al público infantil. Las historias fantásticas publicadas en los siglos XVIII y XIX se centraban en animales parlantes, actos de magia disparatados, mensajes simples y moralistas y demás elementos que buscaban atraer la atención de los niños. Tolkien fue el primer autor en intentar construir un canon serio de literatura fantástica orientada a los adultos.
Combinando poesía con prosa y una exquisita habilidad para la elaboración de sus tramas, originó un imperio literario que inspiraría a decenas de escritores posteriores quienes, en homenaje a él, se animaron también a crear sus propios mundos ficcionales. Y, además, pudo demostrarle a la industria editorial que dichas historias podían resultar inmensamente lucrativas.
Más grande y más épico: Expandiendo los límites del cine
Durante largos años -y especialmente a partir de la década del cincuenta-, Tolkien se vio interesado en llevar sus libros a la pantalla grande. La relación entre el mundo del cine y el propio autor fue tormentosa desde un comienzo. El consenso de la mayoría de los guionistas y de muchos críticos y lectores del libro, solía ser que una novela de la magnitud de El Señor de los Anillos sería imposible de adaptar en formato película. Se intentó a través de dibujos animados en dos ocasiones a finales de los setenta, con resultados mediocres.
No fue hasta fines de los 90, cuando un director principiante convenció a los ejecutivos de New Line Cinema para que inviertieran una gran suma de dinero y de confianza en su meticuloso proyecto de adaptación cinematográfica que la saga realmente tomó vuelo. Peter Jackson trabajó junto a Christian Rivers en el storyboard de la película, tomando inspiración de las ilustraciones de Ted Nasmith y buscando recrear la fantasía de la manera más realista posible -casi como un film histórico costumbrista-.
La trilogía de películas resultante fue una de las más exitosas de todos los tiempos, ganadora de 17 óscares y aclamada por el público de todas partes del planeta. Hasta el día de hoy, se lo considera como uno de los mejores films de todos los tiempos.
La influencia de la saga cinematográfica de El Señor de los Anillos fue definitiva. No sólo ayudó a redescubrir y popularizar las novelas de Tolkien para nuevas generaciones de lectores, sino que también significó el regreso de la fantasía épica a la gran pantalla.
En la década posterior, una innumerable cantidad de producciones de alto calibre se dedicarían a adaptar literatura fantástica en películas y series de televisión, otorgándole un prestigio previamente ausente a la ficción de género y convenciendo a los ejecutivos de Hollywood de que ninguna historia es imposible de filmar ni comercialmente inviable si se emplea el talento necesario para ejecutar el proyecto.
Por otro lado, la extensión inédita de cada una de estas películas alentó a los directores de cine a extender su producciones y hacerlas más grandes y más épicas que nunca, ambición desmedida que no se veía desde los años '20 -la época de oro del film de autor-. Podemos identificar a la trilogía de Peter Jackson como la principal responsable de la aparición de joyas como Game of Thrones, Las Crónicas de Narnia, La brújula dorada, Eragon, American Gods y muchas más.
Discípulos indirectos: los nuevos próceres de la fantasía moderna
El método de trabajo de J. R. R. Tolkien y la detallista construcción de sus mundos de fantasía ayudaron a crear un nicho literario que sería enriquecido por generaciones de escritores posteriores cuyas obras de alta o baja fantasía se convertirían en best-sellers por mérito propio.
Las novelas fantásticas destinadas a adultos y adolescentes rápidamente se transformarían en las más populares del mercado editorial, saciando a millones de hambrientos lectores ansiosos por encontrar criaturas singulares, universos alternativos y aventuras llenas de magia y maravillas.
Sagas como las de Earthsea de Ursula K. Le Guin, La espada de Shannara de Terry Brooks, Harry Potter de J. K. Rowling, Dragonlance de Laura y Tracy Hickman, La saga de Alvin Maker de Orson Scott Card, Eragon de Christopher Paolini y La Torre Oscura de Stephen King le deben inspiración directa al mundo de elfos y hobbits creado por el maestro británico de la Tierra Media.
¿Qué es lo que nos atrae tanto de los hobbits?
Pocos personajes de la literatura tolkieniana han sido tan amados y admirados como sus pequeños hobbits. Estas criaturas que habitan en el valle de Hobbiton nos inspiran y al mismo tiempo nos sirven como espejo donde ver reflejados nuestros propios anhelos e inquietudes personales. Tolkien concibió a los hobbits como una representación de su propia personalidad y, a la vez, como una alegoría del hombre común.
Entre las virtudes que destacan de los hobbits, podemos encontrar la sencillez de su estilo de vida -carente de superficialidades y pretensiones-, un código de ética que los vuelve resistentes a la corrupción, la capacidad de subvertir constantemente las expectativas y el coraje de dar todo de ellos mismos cuando la situación lo amerita.
En cada una de las historias protagonizadas por estos seres, suelen presentarse como desvalidos que se encuentran en constante desventaja ante circunstancias adversas, pero cuyo heroísmo radica en la perseverancia silenciosa y en una resiliencia que los lleva siempre a la victoria final. Son amantes de la bebida y la comida, son leales ante quienes alguna vez les mostraron amabilidad y poseen un formidable sentido de comunidad que los une.
A través de ellos, Tolkien intenta demostrarnos que hasta los seres más pequeños y de apariencia insignificante tienen la capacidad de cambiar el curso de la Historia y, en el fondo, nos dice que cada uno de nosotros, sin importar qué tan débiles o impotentes nos sintamos en un determinado momento, somos capaces de influir y generar cambios en nuestra propia realidad. Y nos proporciona un poderoso ejemplo de cómo se debe responder ante la amenaza del mal y el crecimiento la crueldad en el mundo. Una lección muy valiosa en el contexto actual en que vivimos.
Casi 90 años después del inicio de la travesía fantástica de Tolkien, responsable de uno de los fenómenos literarios más exitosos de todos los tiempos, sus historias continúan inspirando, maravillando y conmoviendo a todo aquel que se encuentre necesitado de una pequeña luz en un universo donde abundan las sombras.
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